miércoles, 11 de enero de 2017

Diente de león (Taraxacum officinali)

"Sara pasó dos semanas en la granja Sunnybrook, donde llegó a enamorarse de Walter, el hijo del viejo Franklin. Muchos granjeros han sido amados, desposados y enviados a pasturas en menos tiempo. Pero el joven Walter Franklin era un agricultor moderno. Tenía teléfono en los establos y sabía exactamente qué efecto causaría la cosecha de trigo de Canadá, el año siguiente, en las papas plantadas durante la luna nueva.
Fue en esa sombreada y aframbuesada pradera, donde Walter le hizo la corte y la conquistó. Allí se habían sentado juntos, tejiendo una corona de dientes de león para su pelo. Después él alabó exageradamente el efecto de los capullos amarillos contra sus cabellos castaños; ella dejó allí la corona y volvió a la casa agitando en las manos el sombrero de paja.
….
Sara estaba llorando sobre su lista de platos. Desde las profundidades de alguna sagrada desesperación, las lágrimas se elevaron en su corazón y se le agolparon en los ojos. Bajó la cabeza sobre la pequeña máquina de escribir, y el teclado matraqueó un seco acompañamiento a sus húmedos sollozos.
Pues no había recibido carta de Walter en las dos últimas semanas, y el siguiente plato del menú era diente de león… diente de león con huevos… ¡Pero a quién le importaban los huevos! Diente de león, con cuyos dorados pimpollos la había coronado Walter, nombrándola su reina de amor y futura esposa. Dientes de león, los heraldos de la primavera, la corona de espinas de su tristeza, remembranza de días más felices. De Primavera a la carta

O. Henry era el seudónimo del escritor, periodista, farmacéutico y cuentista estadounidense William Sydney Porter (11 de septiembre de 1862-5 de junio de 1910). Se le considera uno de los maestros del relato breve, su admirable tratamiento de los finales narrativos sorpresivos popularizó en lengua inglesa la expresión «un final a lo O. Henry»

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